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Amores Florentinos (Dante)


Dante Alighieri. Santa Croce, Firenze.
Dante Alighieri. Santa Croce, Firenze. Foto: Geyssell García

Es casi imposible después de verlo, dejar de hacerlo. Más difícil aun es no enamorarse del ritmo y sonido de sus rimas, pues su gracia en las letras es mas bella que la belleza. Su rostro es de angel, príncipe, poeta y héroe, todo al mismo tiempo. Y tiene unos ojos que lo han visto todo con más claridad que nadie, comenzando con el infierno humano. Cuando lo vi por segunda vez, Dante Alleghieri estaba, como desde hace siglos, en el atrio de la Chiesa Santa Croce. Buscaba a través del tiempo, con esa mirada severa y fija, a una mujer. Una que para amarla para siempre le bastó verla dos veces en su vida. Era también mi segunda visita de la semana al Mercado de Natale en mi segundo mes en Florencia. Para colmo, yo tomaba un tibio y cargado vin brûle, también el segundo de esa noche. Así que fue la tabla del dos la que nos puso a ambos en esa plaza. Una de carne y el otro de mármol. Inevitable las cosas.


Santa Croce con Dante. Foto: Geyssell García.

Pueden ser las clases de arte que estoy tomando, pero desde que educo el ojo, son mas vividos y llenos de detalles los objetos. En particular la forma humana. La piel de los mármoles de Michelangelo es suave, a pesar de ser piedra. El cuerpo muerto de nuestro señor Jesucristo, en el regazo de su madre se desploma con la textura invertebrada y fria de un molusco en La Pieta, según vi en la Sistina. Para hacer un hombre basta tomar una piedra y quitarle lo que le sobra, como hace un escultor. Y yo me había enamorado de una piedra de 3 toneladas, despojada de sus excesos de una forma divina. No era mi primera vez enamorada de una roca. Dante me recordó lo que sentí por un anillo de zirconio enorme que me volvió loca como a los 7 años. Y ahí sentada a sus pies en el atrio de Santa Croce, leía esa mañana de Diciembre la Divina Comedia, practicando el italiano en la cabeza -y a veces en voz alta- mientras devoraba una salcciccia adornada con Vin Brûle.



Los vapores del Vino hacen que las neuronas se conviertan en hormonas según muestran estudios de esos que no hay ni que hacerlos. Además, había un gentío cuando Dante me susurró al oido: "Que haces en este purgatorio? Ayudame a salir de aqui...Mi guia, Virgilio, me dejo por una turisticci hace mas de 100 años. Y a mi me espera Beatriz en el 10 de la calle Purgatorio... Soy de aquí, pero ha pasado mucho tiempo desde que caminé por estas calles y algunas cosas han cambiado. Para empezar, estoy paralizado. Como ves, soy de piedra. Todos me ven, los excéntricos me leen aun, pero eres la primera persona que me habla, y ahora, me escucha. Ayudame".


Santa Croce desde el Río Arno. Diciembre 2022. Foto: Geyssell García.


Sentí lastima por el, pero también celos de Beatriz. Una mezcla de emociones con un nuevo y extraño sabor. Eventos extraordinarios requieren medidas extraordinarias, así que tire los dados y le dije: Vine a verte y vine a tomar vino. No tengo ganas de ayudarte a buscar a otra mujer. La verdad, no tenía corazón tampoco para contarle que habian pasado casi 500 años desde que falló a su cita y que Beatriz se la habia casado y luego muerto mientras el daba vueltas por los circulos de Divina Comedia y se convertía en inmortal. Mentí y di la vuelta, pues estaba herida, en pleno mezzo del cammin di nostra vita. Cualquier mujer enamorada, aunque sea de una estatua, no soportaría que ésta se despierte y le empiece a hablar de otra. Que sea platónico no quiere decir sin dolor según descubrí esa tarde, mientras me alejaba hacia el otro lado del Arno, donde otra noche tendré que dormir llevando clavada en la espalda esa mirada eterna y sin parpadeos de Dante que destripa como tres toneladas de amor.



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